Opciones de Parto en Venezuela

Editor’s note: This article first appeared in Midwifery Today, Issue 86, Summer 2008.
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Venezuela, un país de tan lindas tradiciones, hoy en día carece de parteras tradicionales y mucho más de parteras profesionales. Como resultado, las mujeres Venezolanas tienen pocas alternativas en cuanto a opciones de parto y generalmente terminan pariendo bajo el modelo tecnocrático. Esto significa que tienen 80% de probabilidades de una cesárea al acudir a clínicas privadas o 30% cuando van a un hospital público. La mujeres a quienes “se les permite” parir vía vaginal (pero no natural), en su mayoría tienen malas experiencias—muy diferente a lo que conocemos como parto humanizado para la madre, padre y su hijo.

Para balancear esta situación, tenemos pocos médicos “humanizados” en algunas ciudades a lo largo del país. Estos médicos ofrecen el cuidado que toda mujer y sus bebés merecen durante el embarazo y el parto, aunque todavía nos falta un largo camino para alcanzar la masa crítica necesaria para cambiar la conciencia colectiva. Sin embargo, algunos de nosotros estamos haciendo-hasta cierto punto-el trabajo amoroso de una partera, o por lo menos una aproximación a ello.

Historia de las Parteras en Venezuela

En Venezuela, en la década de los años 40 y principios de los 50, todavía se aceptaba que las parteras tradicionales atendieran partos en casa, mayormente debido a la falta de hospitales y médicos. A medida que el número de médicos obstetras aumentaron, el Departamento de Salud de esos tiempos trató de incorporar a las parteras en el sistema de salud, dándoles primero algún entrenamiento para que trabajen junto a los médicos en los hospitales con salas de maternidad. La junta directiva de la Sociedad de Obstetras en esos días absolutamente se opuso a esta idea.

Desde entonces, el sistema médico rechazó trabajar con parteras tradicionales, y en su mayoría no han querido servirles de apoyo en emergencias, culpándolas de los casos de mortalidad materna que frecuentemente suceden por complicaciones las cuales las parteras no podían o no tenían el entrenamiento para resolver. La mayoría de estas parteras trabajaban en condiciones de insalubridad y no tenían los equipos necesarios ni apoyo adecuado. Se sintieron muy alienadas y, consecuentemente, durante los últimos 60 años las mujeres y sus hijas no recibieron las enseñanzas, experiencias y sabiduría de lo que significa una partera para la comunidad. La mayoría de las parteras abandonaron su trabajo, y las pocas que han sobrevivido envejecieron y se retiraron. En la actualidad, difícilmente puedes encontrar una partera tradicional en los suburbios de algunas ciudades Venezolanas; pocas son las que se encuentran en las zonas rurales, en su mayoría hacia las montañas de Los Andes.

Mi Investigación

En el mes de Febrero 2008 realicé trabajos de campo en la zona sur oriental de Venezuela, buscando conocer parteras tradicionales. Encontré unas pocas que se han retirado o que solo atienden a sus familiares. No hablaban mucho, y pude sentir el miedo que algunas tenían de hablar con un médico. A través de sus ojos pude percibir las injusticias que han sufrido de parte del sistema médico en Venezuela, el cual enterró su sabiduría, sus destrezas y su fe.

En el Delta del Orinoco conocí a dos parteras indígenas de la etnia Warao. Se mostraron muy desconfiadas y no quisieron comunicarse conmigo. Muchas de las familias Warao se han mudado a las zonas urbanas buscando mejorar sus condiciones de vida, y sus mujeres embarazadas van a parir en los hospitales. Algunas dan a luz en sus casas improvisadas, atendidas por sus esposos.

También he sabido de las tribus Yekuana a través de algunos de mis pacientes, misioneros Americanos quienes trabajaron en la selva amazónica de Venezuela, donde solo se puede llegar por avioneta. Esta etnia tiene sus parteras, y durante el proceso del parto no permiten la presencia de ningún hombre. Así que podemos decir que en la mayor parte de Venezuela, solo los indígenas todavía tienen parteras trabajando como tales.

Actividad del Sector Público

Hace dos años el gobierno de Venezuela, a través del Ministerio Popular para la Salud, comenzó un programa llamado “Proyecto Madre”, el cual fue diseñado para disminuir las tasas de mortalidad materna y neonatal. Su principal finalidad es garantizar los cuidados prenatales y postnatales involucrando a la comunidad a través de los “Consejos Comunales de Salud”. Hacen esto animando a las mujeres embarazadas en sus comunidades a que vayan a las consultas prenatales, tomen sus vitaminas, alimenten a sus bebés con leche materna y les coloquen sus vacunas. El programa ha funcionado en algunos estados.

En el estado Bolívar, donde vivo, no ha funcionado eficientemente ya que, según la encargada del programa, los promotores comunales no reciben salario alguno. Sin embargo, desde mi punto de vista, el Proyecto Madre tiene un vacío muy grande: envían a las mujeres a parir en los hospitales públicos, solas, bajo el paradigma del modelo tecnocrático.

Durante los dos últimos años, solamente en tres estados (Aragua, Vargas y La Isla de Margarita), hemos tenidos obstetras humanizados y/o instituciones privadas, doulas y algunos pediatras, quienes han trabajado con instancias gubernamentales locales y estadales para construir centros de nacimiento e incorporar la figura de la doula y el parto suave, con el propósito final de humanizar los partos en el sector público de salud.

Actividades en el Sector Privado

En Caracas existen algunas clínicas privadas y centros humanizados donde trabajan excelentes obstetras: Auroramadre, Aquamater, Buenacer, Embarazarte. En todos se enseñan cursos prenatales, y en Buenacer se entrenan “facilitadoras de nacimiento” o doulas. En una clínica, dos obstetras trabajan con una o dos parteras de Chile. En todos estos centros se ofrecen partos naturales verticales y en agua.

En algunas otras ciudades hay obstetras compasivos quienes trabajan a favor de la humanización del nacimiento. En su mayoría trabajan con una doula y un pediatra, y prefieren tener toda la tecnología a la mano por las situaciones de “si algo pasa”. Hasta donde pude investigar, solamente dos o tres se involucran ocasionalmente con partos en casa. La mayoría mencionaron que se sienten mejor en un centro de nacimiento o una clínica.

Mi Situación Local

Vivo en Puerto Ordaz, una ciudad de aproximadamente un millón de personas, en la región sur-oriental de Venezuela. He trabajado en esta ciudad ejerciendo la Medicina Familiar desde 1984. En algún punto de mi carrera encontré mi dharma, que me llevó a buscar mejores y más humanas maneras de tratar a las mujeres durante su parto y a sus bebés recién nacidos. Estoy seguro que mi abuela Blanca tiene mucho que ver con que yo trabaje con amor como una “partera”. Ella fue una matrona (partera) muy dedicada y querida en la ciudad de Potosí, Bolivia.

He tenido que borrar mucha información que me enseñaron en la escuela de medicina, y re-aprender la fisiología del parto. Tuve que dejar ir al doctor controlador y buscar al “Patch Adams” dentro de mí.

Mi primer hijo, Fernando Jr., nació en casa hace 24 años- parto vertical, acompañado solamente por mamá, papá y su hermana de 4 años. Fue un momento tan alegre y maravilloso cuando toqué por primera vez su cabeza emergiendo de ese sagrado lugar de la creación.

Durante algunos años ayudé con unos pocos partos en casa y posteriormente terminé mi residencia de Medicina Familiar. Fue incómodo durante mis rotaciones en obstetricia y neonatología: en los preguntas de examen acerca del parto tenía que responder con el modelo tecnocrático para poder pasar la materia! Para ese entonces ya sabía que existía lo que llamé “la manera que lo hacen las parteras”.

Hace diez años me di cuenta que necesitaba profundizar mis estudios y viajé a California, donde me certifiqué como instructor prenatal de “Comienzos Mágicos Vidas Encantadas” en el Centro Chopra para el Bienestar. Allí aprendí como abrazar la mente, cuerpo y espíritu para vivir un embarazo y parto consciente. Cuando enseño el curso, el cual he expandido y adaptado, doy lo mejor de mí para guiar a cada mujer a redescubrir su poder divino que tienen para parir de manera natural.

Hasta ahora hemos graduado 47 grupos (promedio de cinco parejas por grupo) y hemos logrado incorporar a los maridos en todo el proceso del embarazo y parto. En los últimos partos en casa, ellos son los que han recibido a sus bebés. Esta experiencia es tan inspiradora que la he vivido dos veces en mi vida como papá. Mi hija Paola nació en agua hace un año. Mi esposa Haylen trabaja conmigo como una doula de corazón. Todas las mujeres aman su sabiduría, sus masajes y apoyo durante el trabajo de parto.

Me he dedicado exclusivamente a partos en casa durante los últimos ocho años. Anteriormente, para las mujeres que no se sentían seguras en casa, les atendía sus partos en dos clínicas privadas, ya que en las demás me lo prohibieron porque yo no era obstetra. Entonces hace ocho años me dijeron en una de ellas que les estaba dando mala reputación, ya que estaba atendiendo los partos igual que los indígenas. En la otra clínica me dijeron que tenía que atender los partos de la “manera correcta” y no como las “viejas parteras”. Siempre me preguntaron: “¿Para que existe la tecnología?”

Desde entonces me di cuenta que mi llamado era dar amor a las mujeres embarazadas y sus bebés, atendiendo solamente partos en casa. Siempre les dejo saber que estoy presente y actúo solo si es absolutamente necesario. El cuerpo de cada mujer sabe cómo dar a luz si les damos su lugar sagrado, su intimidad, confianza y amor.

De manera que aquí estoy, muy feliz de haber encontrado la partera dentro de mí. Hemos transformado nuestra casa en un acogedor centro de nacimiento, donde también enseñamos el curso “Comienzos Mágicos” para la preparación a la maternidad y paternidad. Tenemos el honor de ayudar con uno o dos partos al mes, en su mayoría partos en agua. Hasta ahora hemos tenido un parto podálico y cuatro partos vaginales después de cesárea.

Hace tres años tuve el honor de conocer a Bárbara Harper, quien nos ha dado todo su amor, conocimientos y apoyo. Durante el curso prenatal que dura tres meses, he aprendido que se necesita tiempo para lograr empatía con las mujeres que deciden tener un parto humanizado en casa. Les digo que primero tienen que aprender a confiar en ellas mismas y luego confiar en mí. Les damos toda la información necesaria basada en evidencia, intuición, lógica, amor y entrega, y también les estimulamos a retomar su protagonismo que les dieron a los médicos hace algunas décadas.

A través de los años ha sido una lucha interesante y nutritiva contra el paradigma tecnocrático de los obstetras, pediatras y la conciencia colectiva en nuestra ciudad. Pero tengan la seguridad que la masa crítica de partos humanizados va a aumentar en el tiempo, y nosotros, en “Comienzos Mágicos”, de Puerto Ordaz, Venezuela, estamos trabajando con mística, amor y alegría en nuestra humilde contribución para la vida.

About Author: Fernando Molina

Fernando Molina, BS, MD, midwife, prenatal educator, researcher, and Midwifery Today speaker has been traveling a long career as a natural birth advocate in hospitals, birth centers, and at homebirths in Venezuela and the US. Fernando now lives in Eugene, Oregon, and is a father of three children born at home in Venezuela. Follow him on Instagram @magicalbeginningsfm or contact him at [email protected].

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